Quinta de Guadalupe

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Quinta de Guadalupe | Patrimonio cultural | Patrimonio civil | Construcciones singulares | Colombres | Ribadedeva | Comarca del Oriente de Asturias | Oriente de Asturias | Costa de Asturias | Asturias | Principado de Asturias | España | Europa.

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Descripción

Estilo: Eclecticismo.

Época: Años 1905-1906.

Autor: Ramón Lavín Casalís.

Ubicación: Plaza Manuel Ibáñez Posada.

Estado: Bueno.

Uso actual: Sede de la Fundación Archivo de Indianos - Museo de la Emigración.

Acceso: Fácil.

Protección: Edificio incluido en el Inventario del Patrimonio Arquitectónico de Asturias (IPAA).

DESCRIPCIÓN

Casa construida por el acaudalado indiano Íñigo Noriega Laso, natural de Colombres y emigrante a México. Lleva el nombre de Quinta Guadalupe en honor de Guadalupe Castro, esposa de Íñigo.

Este palacete, claro exponente de la arquitectura indiana en la cornisa cantábrica, pasó a dedicarse a Casa de Reposo y Hospital de Sangre, una vez fallecido en México su primer propietario. Fue adquirido posteriormente por el Estado español y dedicado a Centro de Auxilio Social hasta 1986. Al año siguiente, por iniciativa del Principado de Asturias, Caja de Asturias y la Universidad de Oviedo, se destinó a sede de la Fundación Archivo de Indianos.

La construcción se levanta en la parte alta de una magnífica finca con jardín y abundante arbolado; cuenta con fuentes y pequeño estanque escalonado con gruta de inspiración romántica.

El edificio presenta planta tendente al cuadrado, desarrollándose en cuatro alturas que se elevan hasta una más en las torres centrales que rematan los lados norte y sur. De gran monumentalidad, destaca el sabio juego volumétrico de los diferentes cuerpos que lo componen, los cuales se van sucediendo en altura rematando en movidas cubiertas con potentes aleros. Los vanos se disponen de forma ordenada y simétrica; su diseño es variado, estableciendo un juego de alternancias entre los de remate recto y los curvilíneos. Se agrupan en calles delimitadas por anchas pilastras de piedra gris decoradas con abundantes molduras y cajeados. Los entrepaños se enlucen y pintan de azul. En la fachada principal el cuerpo central avanza ligeramente en planta, rematándose en torre cuadrada. La entrada está precedida por escalera exterior perpendicular a la misma. Los vanos de los pisos se cierran, al igual que en el resto de fachadas, mediante antepechos abalaustrados. La fachada sur, opuesta a la principal, remata también en torre, aunque de menor altura. En el vano central del segundo piso se sitúa un mirador acristalado rematado en frontón triangular. En uno de los laterales se abre una entrada secundaria que comunica directamente con la planta principal. Los distintos cuerpos que forman la fachada oriental presentan un tratamiento muy variado. El central cubre en la terraza —cerrada con balaustrada— sobre la que se levanta un piso más de remate triangular. En los laterales se ubican una galería a la derecha y una veranda de aire colonial a la izquierda. El hastial oeste es el más macizo; destaca el frontón que corona la calle central con tímpano decorado en las figuras de Mercurio, una alegoría de la industria y una cabeza masculina con un tocado de plumas.

Al interior se accede por un lujoso vestíbulo con escalera de doble tiro, ricamente decorado con valiosos materiales. En el pavimento se colocan las baldosas polícromas que imitan mosaico, las paredes se llenan de cenefas y orlas de estuco mientras que el techo se cubre con artesonado de yeso. Las dependencias se organizan en torno a un patio cuadrangular central de cubierta acristalada. Los dos pisos superiores de este patio se cierran con antepechos de madera dispuestos entre columnillas que sostienen arcos mixtilíneos de aire neomudéjar.

La obra corresponde al maestro Marcelino González Álvarez.

Fuente: IPAA (Inventario del Patrimonio Arquitectónico de Asturias). Consejería de Cultura del Principado de Asturias.

ARQUITECTURA Y DECORACIÓN

Actual sede de la Fundación Archivo de Indianos, la Quinta Guadalupe, llamada así en honor a Guadalupe Castro, esposa del acaudalado indiano nacido en Colombres D. Íñigo Noriega Laso, es uno de los más llamativos palacetes de toda la cornisa cantábrica, tanto por su gran escala, características plásticas y arquitectónicas como por el diseño y especies que albergan los jardines que la rodean.

Fue construida posiblemente por el arquitecto santanderino Lavín Casalís, uno de los más prestigiosos de la entonces pujante escuela montañesa. Éste dejó numerosas obras en la comarca oriental de Asturias y en concreto fue autor del palacete Sánchez Junco o Parterríu en Llanes, con el cual la Quinta Guadalupe mantiene una fuerte relación.

El edificio se percibe, en una visión de conjunto, como una gran mole, a la que no libran de su pesantez ni las dos macizas torres, los rasgados ventanales de medio punto, ni la organización de fachadas, donde siempre predominan las balaustradas, cornisas y terrazas de fuerte horizontalidad. En este sentido, la fachada principal, a pesar de su composición escalonada en altura, cobra una imagen aplastante, donde los fuertes aleros, cornisas divisorias de cada planta, tejadillo sobre la puerta y sobre todo la proporción entre altura y anchura va determinando la horizontal dominante. Las cuatro fachadas están tratadas de forma independiente, destacando el alzado lateral derecho por su composición más clásica, ya que presenta un cuerpo ligeramente saliente con cuatro pilastras de orden gigante y rematado en un frontón «a lo griego» ocupado por una serie de relieves.

Se trata de otro ejemplo claro de la noción estética de lo ecléctico que trasluce tanto la actitud del proyectista como las aspiraciones y la mentalidad de lo que se ha acuñado como «casa del indiano», exteriorización, magnificencia aparente, lujo de diseño, junto a materiales pobres y a recursos de falseamiento a base de estucados.

Una visión práctica y el deseo de disfrutar de modernos adelantos hace que este tipo de casas estuviesen dotadas de unos servicios y confort doméstico que entonces eran raros. Así, en la planta de semisótanos se encontraban la calefacción, una piscina y un lavadero, además de las cocinas, despensas, almacén, fregaderos, carboneras, ropería, planchador y cuarto de madreñas, un tipo de calzado hoy en desuso, pero que en tiempos de calles de tierra y lodo y clima lluvioso cumplían un gran papel.

Una escalera conduce a la puerta principal, protegida por tejadillo de hierro forjado. El portal de entrada se halla totalmente ocupado por amplia escalera de dos ramas y las paredes envolventes de este primer espacio rectangular están decoradas, como el resto de las habitaciones de la planta noble, con profusión de estucos que albergan una completa iconografía.

Este espacio se abre por medio de tres puertas, al frente hacia un gran patio cubierto, que es el elemento de diseño más original de la casa. Dos crujías altas de arcos polilobulados, que originalmente estaban estucados y pintados en verde y amarillo claros y hoy en azul ultramar. Una nota orientalista bastante exótica poco frecuente en la arquitectura residencial de principios de siglo en Asturias. Las puertas laterales permiten comunicar directamente la entrada con dos salas a la izquierda y derecha sin necesidad de atravesar el patio.

El patio, a su vez, se abre en numerosas entradas a las habitaciones que le rodean y que a su vez comunican entre sí toda el ala izquierda. En la planta noble, estas piezas son las destinadas a la vida social y se componen de cuatro salas o gabinetes más pequeños en los ángulos, además del gran salón y el comedor.

La escalera principal arranca del lateral derecho y está formada por tres tramos; es una amplia escalera de madera iluminada por tres vidrieras.

En la planta segunda se encontraban los dormitorios de la familia. Además, la enorme superficie de la casa contaba con un amplio piso de desvanes y la torre.

La antigua villa estuvo llena de avatares en su historia y apenas llegó a funcionar como casa de veraneo o residencia estacional ya que Guadalupe Castro había muerto en 1904. Parece que apenas fue ocupada y surge entonces esta leyenda de que estaba siempre preparada, equipada y con criados esperando a Porfirio Díaz, el presidente mexicano amigo de Íñigo Noriega Laso. Lo cierto es, que después de haber sido hospital para enfermos nerviosos en los años 20, todavía en los planos que se hicieron de la misma en 1939 para adaptarlo a colonias veraniegas de niñas se cita que es de los herederos de Íñigo Noriega.

A finales de la década de 1980 apenas nadie en Colombres podía recordar el magnífico mobiliario hoy disperso y difícil de recomponer, o describir la tarea de los interioristas que allí trabajaron para satisfacer el capricho y afán de ostentación y novedad que suelen imprimir carácter a estas construcciones. Pero vivía allí, en una casa al otro lado de la Quinta, una testigo de excepción, la última hija de D. Íñigo, que a sus muchos años sumaba una perfecta memoria y una gran amabilidad. Ella sí podía describir el conjunto de la decoración árabe del patio, con pieles de tigre en el suelo, almohadones y cortinaje en diálogo con la arquería polilobulada, los muebles de estilo importados de Londres o París y las colecciones de pintura, porcelanas, alfombras y otros elementos.

Ciertamente que las nuevas funciones del edificio, que incluyen las de archivo, biblioteca, salas de conferencias, exposiciones, y poder albergar todas aquellas actividades culturales que se vienen desarrollando los últimos años, como cursos de verano, o congresos, dificulta la recuperación de la faceta del interiorismo en torno a 1900, aunque se ha hecho con buenos resultados en dos salas y un comedor, que sirven como testimonio de la ambientación de época.

Uno de los aspectos más interesantes que se logró recuperar ha sido toda la decoración de estucos, que era enormemente rica y estaba repartida con profusión tanto en las grandes puertas de doble hoja como en paredes y techos de las habitaciones de la planta principal.

Los estucos componen un conjunto abigarrado dentro de una voluntad decorativa de gran efecto; algunos son sólo decorativos y deudores de un muestrario de gran riqueza temática y filiación plástica plateresca: grutescos, guirnaldas y candelabros, pequeñas cabezas dentro de medallones, pilastrillas abalaustradas o animales afrontados.

Un segundo nivel lo forman aquellos que contribuyeron a dar señales o signos de identidad, como las repetidas iniciales I.N. que se repiten numerosas veces en el «hall» de entrada o las cabezas de indios con plumas en el mismo lugar, aludiendo primero al propietario y después a la relación con América.

El nivel siguiente lo componen los relieves historiados que representan escenas o personajes; situados en los techos de la biblioteca, la sala, el comedor y el gabinete, configuran una importante serie, con una temática sugestiva y variada que nos ha permitido presentarlo como un verdadero programa iconográfico original.

Estilísticamente, se justifican como parte de la sorprendente fusión de los temas y citas más dispares que están presentes en la arquitectura del edificio, donde se aunaban reminiscencias orientales —como el citado patio—, aleros montañeses, repertorio «beaux arts» y frontones clásicos. También la decoración se mueve en una integración ecléctica y de aluvión, pues se utilizan desde las fórmulas helenísticas revitalizadas en el estilo Imperio Francés por Percier y Fontaine en sus repertorios ornamentales pompeyanos, pasando por los citados elementos renacentistas, para llegar a retratos de personas, que no son sino copias sumarias de cuadros de historia, típicos de la pintura española de finales del siglo XIX. A todo esto habrá que añadir la compleja escena del frontón lateral, tratado como los frontones del templo clásico, con figuras en pie en el centro, sedentes a los lados y elementos accesorios de menor tamaño en las esquinas.

Si la relevancia artística de los mismos no es demasiado grande y dan como resultado una factura muy tosca, ya que se atienen a las figuras principales de la escena, simplificando casi siempre los modelos originales, estos estucos son interesantes desde dos puntos de vista: como un muestrario de la moda que tanto se generalizó en las ambientaciones de la casa decimonónica procedente de talleres artesanales de «staff», escayolas y estucos dorados y policromados, y sobre todo son interesantes por la diversidad y complejidad de los temas, que, sobre la primera impresión de azar y caos, responden a un cuidado programa simbólico que colmase la peripecia biográfica de Íñigo Noriega en sus principales facetas: como emigrante, como comerciante, industrial y agricultor, fletador de barcos, como colonizador en sentido real, la presencia de América, y por otro lado la búsqueda de unas raíces propias en Asturias, España y México.

Algunas figuras representadas funcionan como señales de reconocimiento; el término se refiere a ciertos emblemas y alegorías de larga tradición en el arte occidental y que van desde Mercurio (el Hermes griego) o sus representaciones abreviadas por el caduceo con las serpientes, o el casco alado, a las Minervas con su casco y la diosa Fortuna con su atributo del cuerno de la abundancia. Éstas son divinidades que desde la antigüedad habían quedado establecidas como protectoras de comerciantes, banqueros y del mundo de los negocios y que dentro de esa larga tradición se siguen utilizando a principios de siglo para identificar una amplia serie de edificios de esta índole: bancos, casinos, comercios y fábricas.

La Industria suele aparecer como una mujer con una rueda dentada, atributo más moderno y propio del mundo fabril, y así la encontramos representada en el frontón exterior. Sin embargo, además de ofrecer un rico muestrario de estas representaciones de larga tradición, en la decoración de la Quinta Guadalupe aparecen nuevos conjuntos simbólicos. Nuevos por su reutilización al servicio de un nuevo grupo social, recuperados del acervo mitológico y de la historia nacional y que se refieren de manera mucho más concreta a la encarnación de los avatares de la vida del emigrante, en general y a la peripecia vital y afortunada de D. Íñigo Noriega en particular.

En primer lugar se nos muestra lo que podemos considerar como un «itinerario geográfico».

El desplazamiento desde la propia tierra al Nuevo Mundo y la forma de realizarlo: el mar; después y como temas recurrentes, aparecen alusiones al comercio marítimo y a los instrumentos de navegación necesarios para arribar a buen puerto.

Un acercamiento a la geografía, de los cultivos exóticos como el maíz e incluso la propia América encarnada ahora en su conjunto (continente) o representada por uno de sus países, en nuestro caso México, en imágenes basadas en las razas indígenas reconocibles por sus atributos: el indio americano. Nuevas formas de encarnar alegorías de ciudades, países o continentes, aunque de tradición antigua, como en las anteriores Antioquías, Alejandrías, Venecias, o Europas, que habían venido conservando siempre signos autónomos de reconocimiento específicos a cada una de las representaciones y que también nos lleva a corroborar la existencia de los modelos a través de los tiempos.

Pero la referencia al viaje marino no se configura solamente a expensas de este conjunto de imágenes, sino que añade otras extraídas del acervo mitológico que ya desde el mundo clásico habían sido el soporte de una iconografía marina. Poseidón o Neptuno con su cortejo, Venus Anadiómene rodeada por delfines, conchas o veneras y otros motivos de raigambre y presentación helenística con fórmulas muy tradicionales en el arte clásico y occidental en cuanto a los referentes y signos. Los relieves mitológicos y las panoplias de instrumentos marinos alternan entre sí; a veces se repite el mismo modelo en dos habitaciones, y aparecen en fondos o en marcos elípticos, sobre todo en techos de la biblioteca y sala del ala lateral derecha.

En segundo lugar e intercalado con los constantes recuerdos de la condición viajera como medio de acceso a la fortuna, aparece un «itinerario histórico», cuya misión resulta más difícil de desentrañar en relación al ambiente en que se inscribe, ya que los relieves alusivos a personajes históricos se sitúan en las paredes del comedor principal. Aquí, de forma evidente, se va buscando el establecimiento de nexos de unión entre figuras claves de la historia de Asturias, de España y América; los personajes representados son Pelayo, Cristóbal Colón y Hernán Cortés.

La excepcionalidad del conjunto, en lo que a significados adherentes conlleva, es el espejo de la propia figura de Íñigo Noriega.

Agricultura e industria, minería y comercio fueron las bases de sus espectaculares negocios, y cuando en 1906 se decide a construir una villa de recreo en su pueblo natal, tratará de volcar su periplo vital sobre las superficies envolventes de paredes y techos, llamando la atención a los que allí entrasen sobre su propia importancia, a base de grandes y emblemáticas iniciales en el «hall» de entrada y aun antes, de evidenciar su «status» social a los que desde el exterior contemplasen el magnífico edificio, con el frontón que corona la fachada lateral derecha plagado de figuras y señales de reconocimiento.

Tanto la descripción pormenorizada de este programa simbólico como el propio recurso a un estilo figurativo y arquitectónico, deben entenderse en sintonía, buscando como fin la gloria del que llegó a considerarse heredero de Hernán Cortés, sobre cuyo palacio mexicano en ruinas, en Xico, tuvo la ocasión de edificar Íñigo Noriega uno nuevo, y al que se conocía como «el segundo conquistador de México», conquistador económico y social.

Como quedaba indicado anteriormente, se accede a la casa a través del vestíbulo o «hall», que en planta es un rectángulo transversal al eje principal del edificio. Aparece ocupado en su totalidad por la amplia escalera de dos ramas, que se unen en el espacio que queda ya al nivel de la planta principal, con un triple acceso: al gran patio, la puerta central, y a dos salas simétricas, las laterales. Este «hall» queda iluminado por dos amplios ventanales de medio punto.

La decoración de este espacio de comunicación entre el exterior y el interior de la casa se basa en la repetición en bandas verticales de un mismo motivo: dos pilastras adosadas en bajorrelieve, abalustradas y muy ornamentadas, de raigambre plateresca configuran un panel rectangular vertical, que es la compartimentación básica del muro; en la parte inferior otro rectángulo en sentido horizontal presenta relieves de zoomorfos afrontados, mientras que la superior alberga una complicada panoplia con las iniciales I.N. coronadas por un casco con penacho. Sobre estos paneles, que compartimentan los muros, discurre un friso continuo a la altura de la escocia que articula la pared con el techo, donde se repite un rostro enmarcado en tocado de plumas y que podemos interpretar como alegoría de México o bien más general, de América.

Esta entrada supone ya una lectura de «propiedad» o ejercicio de dominio. Es muy frecuente a finales del siglo XIX encontrar las iniciales trabajadas en forma decorativa y con tipografías rebuscadas en verjas de hierro, escudos, monumentos funerarios, además de que la moda de marcar los objetos de propiedad personal o familiar alcanzaba cualquier elemento del ajuar doméstico: manteles, sábanas, vajilla, jarrones, cristalería, plata... En edificios de la época, estas iniciales dentro de cartelas, escudos, o adornadas con motivos diversos, se incorporan a los exteriores, sobre las puertas o con más frecuencia en remates al nivel de la cornisa o torres, y no son raros los casos en que se repiten varias veces en los paramentos, ventanas o puertas. No sólo en viviendas y palacetes, sino en bancos, casinos o tiendas, donde figuran las iniciales del nombre de la sociedad.

Al evidenciar de manera tan rotunda, por el tamaño y cantidad de veces que se repiten, las iniciales y ponerlas en relación con el casco y penacho, se busca además una asimilación a la nobleza, que en su caso Noriega nunca alcanzó, pero que es un deseo constante en los indianos más ricos, muchos de los cuales consiguen un título nobiliario de nuevo cuño. Además, ofrece las primeras señas de identidad al visitante, pues se acoge al friso protector de las américas.

El acudir a un referente plástico tomado de la decoración plateresca no es extraño en la época. Una fuerte corriente nacionalista impregna a los arquitectos de la primera década y no podemos olvidar que nuestro Pabellón para la Exposición Universal de París de 1900 había sido una imitación del palacio de Monterrey de Salamanca, con elementos de la arquitectura de Alcalá y Toledo. Todo ello supone que esta elección fue sugerida por el arquitecto montañés Lavín, quien participaba ya en la actitud neorrenacentista de la inicial escuela montañesa. Los relieves pudieron ser realizados (a falta de documentación más concreta) por un prometedor escultor que trabajaba en Colombres durante la primera década del siglo XX, Alfredo García García, quien, con una formación autodidacta, fue un artista malogrado, muerto en plena juventud y cuya dedicación principal consistió en realización de escultura decorativa para las muchas casas que se construían por entonces en el oriente de Asturias.

Salones, comedor y gabinete son los tres ámbitos más representativos de la planta noble. Si se inicia el recorrido por el ala izquierda, se accede a un vasto salón, longitudinal y que se comunica tanto interiormente con la sala contigua, como con el patio a través de tres puertas. Toda la portería de esta planta es de especial calidad, de madera estucada y pintada y con abundante decoración en relieve. Albergan las puertas una ornamentación que se repite y que se basa en temas de grutescos y candelabros, en los que se intercalan figurillas de guerreros, cabezas y fitomorfos. En este salón, la decoración se concentra en el techo, con temas iconográficos en relieve dentro de medallones ovalados. El salón está dedicado al mar y la versión que ofrece es mitológica.

El primer relieve representa el cortejo de Poseidón o Neptuno, con una fórmula estereotipada que remite a los mosaicos helenísticos y a la pintura de época pompeyana. En el segundo, el nacimiento de Venus, que nace de la concha, escoltada por figuras del agua, en este caso delfines. En los dos casos son alusiones simbólicas a divinidades del mar, que además están en movimiento, navegando rápidamente entre las olas. Ya hemos adelantado que el ciclo sobre el mar se reitera en otros lugares y, en definitiva, aparece con más o menos fuerza en todas las salas que presentan decoración figurada.

El mar es, así mismo, un tema reiteradamente incorporado a la iconografía de los indianos; aparece en monumentos escultóricos con inclusión de barcos, bien completos o sólo la proa, en monumentos funerarios o panteones, en algunas placas colocadas en escuelas y tantos otros casos. Además, como iconografía de los «marinos», ya que es frecuente encontrar en tumbas de propietarios de compañías de navegación o personajes vinculados a la profesión de la navegación, ya sea como capitanes o comerciantes o tripulantes, relieves con representación de timones, sogas, cuadernos de bitácora, instrumentos de precisión, compases y brújulas, además de mapas o globos terráqueos.

En la Quinta Guadalupe, el tema marino se vuelve a encontrar en uno de los fondos del techo del gabinete, donde se representa un cortejo de ninfas sobre olas en el fondo central y dos panoplias relativas a la navegación y al comercio marítimo, con elementos como los ya citados y muy conectadas a su vez con la representación del frontón del exterior, que alberga así mismo representación de baúles y barriles, así como instrumentos de navegación.

Volvemos a encontrar la alusión al mar en el comedor; de nuevo la imagen de Neptuno en pie, portando el tridente y sobre una venera alternando con otras figuras mitológicas e históricas de las que se hablará con más detenimiento.

Una pequeña salita de planta cuadrada articula la esquina entre las dos alas, lateral izquierda y posterior de la casa, que son recorridas paralelamente por una galería que proporciona luz.

En el antiguo comedor, el techo imita artesonado y los relieves de estuco se disponen en dos franjas sobre las cuatro paredes de la habitación, entre las puertas y ventanas de la misma. La franja inferior con una serie de figuras aisladas que no componen escenas, pero que mantienen una correlación entre sí, aunque también quedan sujetos a la servidumbre del resultado formal de su distribución y para que quede un número de acuerdo a la simetría con que se colocaron, algunas deben repetirse. El esquema de colocación es el siguiente:

—En los patios pequeños se encuentran los personajes históricos enfrentados: D. Pelayo, Hernán Cortés y Cristóbal Colón, mientras que en los paños o lienzos de pared mayores se sitúan las figuras mitológicas: Mercurio, Atenea en el que da a la galería y repetido de nuevo Mercurio y Neptuno en la que da al patio.

—En la franja superior, sobre estas figuras de tan heterogéneo contenido se colocan bodegones de caza con liebres que nada tienen que ver con las representaciones del nivel bajo y que eran habituales para evidenciar la función de comedor. Nos falta, para entender mejor el sentido de otras imágenes, la información sobre los cuadros que decoraban estas salas, que seguramente enriquecían y ampliaban los significados, retratos de D. Íñigo y su familia, cuadros históricos, bodegones en el comedor. En algunas fotografías antiguas, donde se pueden ver interiores, aparecen cuadros con paisajes de la costa, playas y acantilados. Pero esto corresponde ya a unas fechas en las que la casa había cambiado de destino y posiblemente no eran los originales.

De todas maneras, importa destacar que es aquí donde se realiza la síntesis entre dos temas centrales: el viaje marítimo y la historia, con los recurrentes del comercio y la agricultura (ligados también, como hemos visto, al viaje, ya que D. Íñigo había obtenido en estas actividades buena parte de sus éxitos).

Mercurio o Hermes, dos veces repetido en el comedor, que se encuentra así mismo representado por sus atributos en la panoplia del gabinete relativa al comercio y nuevamente de forma mucho más espectacular en el frontón. Había sido, desde la antigüedad, el mensajero de los dioses y el protector de ladrones, comerciantes y banqueros. El dios burgués, como quedó instaurado en el Renacimiento, donde se le consideró patrono de banqueros y asociaciones de comerciantes y protector de las largas y difíciles travesías de los barcos empeñados en el peligroso comercio ultramarino.

En el frontón está en cuerpo entero, sentado al modo de «Apolo» de Rafael, en un nuevo olimpo económico. Porta todos sus atributos, el lábaro, el gorro alado y la corta túnica, que nos remiten a una iconografía de ascendencia clásica. Le rodean, además, paquetes, fardos y barriles.

Atenea o Minerva nos recuerda, con su presencia figurativa en el comedor haciendo pareja con Hermes, que era la protectora ateniense de la agricultura por su decisión de haber antepuesto el olivo a las artes; con túnica larga y casco, tal y como salió de la cabeza de Zeus, ofrece también una imagen clásica y estereotipada.

El frontón exterior lateral derecho es el único lugar con decoración figurada en el exterior de la casa. En él, y con la distribución plástica de los frontones clásicos, utilizando figuras de pie o sedentes en la parte central y objetos de menor tamaño en los ángulos, se resume otra vez en síntesis la misma temática.

Sin representación explícita de la diosa, domina el tema de la agricultura. D. Íñigo había conseguido sus primeros grandes golpes de fortuna con las plantaciones masivas de maíz al desecar el lago de Xico, que fue una de sus más vastas haciendas. El maíz en el frontón alude, pues, a este episodio personal y conjuntamente al país que acogió e hizo posibles los sueños de riqueza. Aunque otros muchos productos fueron objeto de su incansable actividad como comerciante de fletes.

Esta biografía económica, que es primordial en la peripecia vital del emigrante, se especifica después con otros elementos complementarios reflejados en los relieves del frontón: rueda de la fortuna y cuerno de la abundancia y los baúles y barriles de las mercancías, de que ya se ha hablado. Todo el conjunto queda presidido por una gran figura con tocado de plumas, imagen del indígena o de la raza, también y más probable de México.

Nos queda, finalmente, notar la imbricación de todas estas imágenes con respecto a la introducción del componente de la Historia. Se puede justificar la inclusión de ciertos personajes representativos aludidos, Pelayo, Cristóbal Colón o Hernán Cortés, como una valoración del elemento histórico, que había sido considerada tema noble en la pintura y escultura del siglo XIX. Esto concuerda con la forma plástica renacentista de varios elementos ya citados, tomados del plateresco. Todo ello suponía retomar la idea de que la historia ennoblece, en especial al que salió pobre y sin fortuna ni blasones y confiere un peso específico, proporciona aureola de euridición y manifiesta a la vez las devociones particulares y los héroes de D. Íñigo y los temas más gratos a la estética finisecular de la pintura de historia.

Don Pelayo evidencia la raíz y patria asturiana. La lectura, por otra parte, era muy habitual en el marco de una historiografía romántica, dentro de una conexión entre la Reconquista que se iniciaba desde Asturias, y la Conquista, que suponía la expansión definitiva y el imperio español. Así parece que puede aunar con esta representación, en que alza el estandarte movido por un fuerte viento y situado sobre una imaginaria cima montañosa, la imagen retrospectiva de los orígenes, el ser arrollador e invencible del país y el espíritu arrojado de sus hijos emigrantes en la aventura ultramarina. La imagen plástica y los atributos vienen de la conocida versión que había proporcionado del tema Luis de Madrazo, en su cuadro «D. Pelayo en Covadonga», realizado en 1856.

Hemos visto que Hernán Cortés es un personaje histórico de especial sentido para D. Íñigo Noriega, que había logrado en México ser equiparado simbólicamente, por su poder y dominio, el español más poderoso de México después de Cortés. Y, por último, Cristóbal Colón, con la bandera y la bola del mundo, sintetiza toda la relación americana, al mismo tiempo que sus propias aventuras reflejan el viaje incierto y peligroso, el descubrimiento y conquista.

La iconografía de Cristóbal Colón, abundante en la pintura de historia del XIX, presenta al personaje básicamente en tres momentos: en sus parlamentos con la reina Católica, al emprender el viaje con las carabelas y, por último, en el momento de desembarcar por primera vez en el nuevo continente. Es ésta la imagen que se recoge en los relieves comentados, y como referentes de la pintura decimonónica se pueden citar varios cuadros, entre ellos el de Isidro Gil, «Colón tomando posesión de la isla de San Salvador», y el de José María Martínez Losada, «Desembarco de Colón en América»; en ellos el momento escogido del desembarco presenta al descubridor hincando el estandarte en suelo americano, rodeado de sus acompañantes y ante la mirada atemorizada de los indígenas.

El relieve más sumario de la Quinta Guadalupe se reduce a la figura principal que enarbola la bandera de Castilla, sin introducir los grupos ni la ambientación, árboles, naves, ni acompañantes.

Hemos comprobado, a lo largo de lo expuesto hasta aquí, un verdadero programa iconográfico, posiblemente el más completo de los que albergan nuestras construcciones debidas a los indianos. En este caso, un programa tan notable como el propio personaje a quien iba destinado y cuya lectura y contemplación es uno de los más atractivos de la Quinta Guadalupe.

Fuente: Fundación Archivo de Indianos

Concejo de Ribadedeva

Solares medievales, Camino de Santiago, un monasterio que mira al mar, historias de amor indianas y una cueva Patrimonio de la Humanidad, El Pindal… Así es Ribadedeva.

Los concejos (municipios) que limitan con el Concejo de Ribadedeva son: Llanes, Peñamellera Alta y Peñamellera Baja. Cada uno de estos concejos (municipios) comparte fronteras geográficas con Ribadedeva, lo que implica que comparten límites territoriales y pueden tener interacciones políticas, sociales y económicas entre ellos.

Comarca del Oriente de Asturias

Es la tierra asturiana que primero ve el sol, que tiene las montañas de más altitud de la cordillera cantábrica, los Picos de Europa, Parque Nacional, Reserva de la Biosfera y lugar donde se inició la Reconquista en España, concretamente en Covadonga.

La comarca está conformada por uno o varios concejos (municipios). En este caso: Amieva, Cabrales, Cangas de Onís, Caravia, Llanes, Onís, Parres, Peñamellera Alta, Peñamellera Baja, Piloña, Ponga, Ribadedeva y Ribadesella. Los concejos representan las divisiones administrativas dentro de la comarca y son responsables de la gestión de los asuntos locales en cada municipio.

Conocer Asturias

«La conservación de la cueva de Tito Bustillo es un aspecto fundamental para preservar este patrimonio cultural. Con el fin de proteger las pinturas y garantizar su supervivencia para las generaciones futuras, se han implementado estrictas medidas de control y acceso. Los visitantes pueden acceder a la cueva a través de visitas guiadas, donde se les proporciona información detallada sobre el contexto histórico y arqueológico de las pinturas.»

Resumen

Clasificación: Patrimonio cultural

Clase: Patrimonio civil

Tipo: Construcciones singulares

Comunidad autónoma: Principado de Asturias

Provincia: Asturias

Municipio: Ribadedeva

Parroquia: Colombres

Entidad: Colombres

Zona: Oriente de Asturias

Situación: Costa de Asturias

Comarca: Comarca del Oriente de Asturias

Dirección: Colombres

Código postal: 33590

Web del municipio: Ribadedeva

E-mail: Oficina de turismo

E-mail: Ayuntamiento de Ribadedeva

Dirección

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Dirección digital: Pulsa aquí



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