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Ruta los molinos del río Cabra | Turismo activo | Rutas en Asturias | Rutas | La Franca | Colombres | Ribadedeva | Comarca del Oriente de Asturias | Oriente de Asturias | Costa de Asturias | Asturias | Principado de Asturias | España | Europa.
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Descripción
Descripción de la ruta
Parte del antiguo puente atribuido erróneamente a los romanos, que divide sobre el río Cabra a los concejos de Ribadedeva y Llanes. Sigue el curso de dicho río durante unos 4,5 km, empleando senderos y terreno abierto siguiendo praderías y bosquetes de ribera para acabar en otro puente divisorio de concejos, entre los pueblos de Boquerizo y La Borbolla. En muchas ocasiones la ruta presenta dificultades para su tránsito a causa de lo cerrado de la vegetación o del estado del sendero, por lo que se recomienda calzado y ropa fuerte. Como en todas las rutas por el campo, se ruega al senderista no cruzar por prados con hierba alta y cerrar todas las portillas que cruce.
Los molinos que se encontrarán en algunas ocasiones están en avanzado estado de ruina, por lo que se pide precaución al visitarlos.
LA HISTORIA
El molino hidráulico «de rodezno o rodete» horizontal es el tipo más frecuente en la cornisa cantábrica, dándose muy pocas variaciones de un lugar a otro. Ya conocido desde épocas remotas, su auge en el norte peninsular coincide con la aparición del cultivo de maíz a finales del siglo XVIII, origen del paso de la agricultura de subsistencia a la agricultura intensiva, actual suministradora de mercados urbanos.
Será, pues, el maíz el cereal que muela el molino principalmente, sin olvidar el trigo, bien autóctono o importado de la Meseta, el centeno y la escanda, cereal del que se sabe por el censo del Marqués de la Ensenada que se cultivó en tierras de Ribadedeva en el siglo XVIII. De su especial proceso de molido no se conserva nada en Ribadedeva: necesitaba un trillado especial debido a lo recio de su espiga, llamada «erga», que hacía preciso emplear un molino concreto para la tarea de separar el grano; es el molino «de rabil», movido a mano. Obtenido así el grano, ya podía pasar al molino harinero.
Los molinos se situaban en las riberas de ríos de cauce regular a lo largo del año, estratégicamente levantados en las zonas donde el desnivel del río favoreciera la construcción de la captación de agua y la presa, y preferentemente en aquéllos no tan grandes que su posible desbordamiento supusiera la destrucción de la estructura. El río era una fuente de energía constante e ilimitada, de la cual se supo sacar el máximo provecho como prueba la densidad de molinos que encontramos en este ejemplo del río Cabra. Estos molinos trabajaron para los vecinos del Valle Oscuru ribadedense y llanisco; su número da cuenta de la gran actividad agrícola y elevado censo de población con que contó el valle entre los siglos XVIII y XIX, previos a la emigración a América.
En cuanto al sistema de propiedad, estos ingenios solían pertenecer bien a algún convento o estamento clerical, sobre todo antes de las desamortizaciones del siglo XIX, bien a nobles u otros capitalistas. En los de menor tamaño se podía dar la copropiedad entre el molinero y un hacendado, quien generalmente vivía en la ciudad, al igual que se hacía con otros bienes como ganado o tierras. Era lo que se conocía por «comuña» o aparcería. También era frecuente la copropiedad entre los vecinos de algún pueblo de los llamados molinos «de común». Más modernamente los molinos ya pudieron ser de propiedad exclusiva del molinero, quien pagaba una contribución al Ayuntamiento, la «Matrícula Industrial».
Son diez los molinos localizados en ambas riberas del río en apenas 5 kilómetros, siendo el desnivel desde el puente que separa Ribadedeva y Llanes en Boquerizo hasta el molino de El Campo unos 55 metros, más acusado al principio. Quizá haya algún molino más, según el testimonio de los vecinos, que sitúan otro en el arroyo de La Garma, entre Boquerizo y Bojes. Los más antiguos conservados, a falta de estudiar testimonios historiográficos, se erigirían a finales del siglo XVIII, continuando su construcción a lo largo del siguiente siglo. En el siglo XX son reformados algunos de ellos, como el Molino Nuevo, que posee muros claramente pertenecientes a otro anterior, o el molino de El Redondal, que recibe un nuevo equipamiento por el que es capaz de producir energía eléctrica y surtir algunas caserías de los alrededores. Por fin, en ese siglo, se levanta sobre el río Deva, en Muriances, un gran complejo industrial para la elaboración de harina y que tuvo corta vida.
El fin de la actividad de los molinos en el río Cabra espera a que el último de ellos en uso, el molino Gasparín, cese de moler para los pocos vecinos que se resisten a ser testigos de la desaparición de un oficio tan presente en la memoria común. El señor Aurelio, su propietario, cuenta que en los años sesenta era capaz de moler quinientos kilos de harina diarios, día y noche, cobrados a duro el kilo, lo cual, afirma, «era más rentable que siete vacas», según su memoria. Este molino continuó moliendo hasta mediados de los ochenta de forma comercial.
FUNCIONAMIENTO DE UN MOLINO HIDRÁULICO
El mecanismo del molino hidráulico de rodezno es simple, sin engranajes como los de rueda vertical, más apropiados en cursos caudalosos y lentos; su esquema básico motriz fue empleado igualmente en batanes para fibras textiles y en ferrerías, moviendo mazos y barquines.
Las aguas eran captadas río arriba a más o menos distancia del molino según sea la pendiente que en ese lugar tenga el terreno. Por lo general, el salto que hay entre la lámina de agua remansada y el punto donde incide ésta en el rodezno es de unos dos metros o poco más. Para llegar al molino se encauza el agua por medio de una presa con una compuerta al principio, llamada «calcer», y otra de alivio antes de llegar al «banzao» o al «calce». El banzao es un estanque de remanso más o menos extenso, frecuente en cauces poco caudalosos en verano para permitir almacenar agua con la que moler «a remansadas», cayendo el agua directamente por el calce o «cubo», plano con fuerte inclinación, al interior del molino, y que podía estar cubierto por el «camaráu». El «yadrón» es un rebaje en el muro del banzao que regula el exceso de caudal. Unas barras de hierro atravesadas antes del calce impedían que restos sólidos grandes pudieran taponar el orificio de entrada del agua, al igual que lo hacían al principio de la presa, la cual debía ser desembarazada periódicamente de hojas y barro.
La construcción que alberga el molino es de muro de sillarejo, disminuyendo su grosor en los niveles más altos, con cubierta normalmente a dos aguas y teja cerámica roja del país. El sillar se emplea en dinteles de puertas y ventanas, en las esquinas, en el cubo del calce y en los característicos arcos de medio punto a la «resola» o salida del agua. A la puerta se encuentra la «panda», piedra saliente sobre la que se dejaban los sacos de piel de oveja que contenían el grano. Los paramentos se revocan con cal para más solidez e higiene. Era frecuente que el molino contara con casa para el molinero.
El agua entra a la parte baja del molino a considerable presión por un orificio, el «salciu», de diámetro calculado y que puede ser obturado por medio de la «paradoria», compuerta corredera a modo de guillotina. Esta misma compuerta sirve también para dar más o menos paso de agua y así revolucionar a conveniencia el molino. La presión incide diagonalmente en una rueda de paletas dispuesta horizontalmente llamada «rodezno» o «rodete» y que da nombre al molino. Esta rueda se hacía de forma parecida a la de un carro, más ancha, tallándose los radios, las «péndolas», en forma de paleta curva y formándose el aro con las cabezas de ellos más una llanta de hierro. Se construían en madera de roble, como todas las partes del molino expuestas al agua, pues esta madera, mientras esté mojada, no se pudre ni cuartea. Su elaboración requería gran maestría ya que era preciso que estuviera perfectamente equilibrada, al igual que las demás partes móviles, para evitar vibraciones que pudieran destruir el molino completamente y a la vez permitir que pudiera funcionar con el mínimo de esfuerzo. Los últimos rodeznos que emplearon estos molinos se hicieron metálicos.
El rodezno soporta el peso de toda la estructura móvil superior y éste a su vez se asienta sobre un cojinete o rodamiento muy rudimentario formado por dos partes, el «sapu» y el «huevu», también conocidos por «pión» y «pionera», una convexa y la otra cóncava, encastradas una en el cubo del rodezno y la otra en una viga transversal. El sapu y el huevu se hacían en piedra sílex, muy dura, y requerían frecuente sustitución, cada dos o tres meses en época de trabajo. También en los últimos momentos se sustituyó el sílex por piezas de acero.
La viga sobre la que apoya el rodezno es corta y móvil, el «puente», reforzada por otra llamada «durmiente» que la libraba de vibraciones; se sujeta en un eje por un extremo y por una varilla de hierro por el otro. Esta varilla sube a la estancia donde se muele y acaba en rosca, sobre la que actúa una rueda o tuerca que al ser girada hace que suba o baje el conjunto que forman, de abajo arriba, el rodezno, el «árbol» o eje y la muela móvil. Este movimiento tiene por objeto poder regular así el juego que debe haber entre ambas muelas, la superior móvil y la inferior fija o «frayón». El juego o distancia entre las muelas permite obtener harinas más o menos finas, a gusto del cliente, que las demandaba finas para consumo humano y más gordas para el pienso animal. Había que cuidar que no estuviesen tan juntas que llegaran a tostar la harina por el excesivo rozamiento ni tan separadas que la piedra móvil llegara a girar loca. Igualmente, un exceso de humedad en el grano podía formar una pasta que embozara las muelas; en ese caso se echaban cáscaras de avellana al molino para limpiarlas.
Las piedras se construían a la medida del molino, agujereadas en el medio para permitir el paso del extremo del árbol, cuya punta metálica, el «raposu», contaba con una moldura para ajustar solidariamente en otro rebaje de la muela móvil; eran, respectivamente, el «huso» y la «husa». La muela y el frayón podían ser planas o ajustar de forma cóncavo-convexa. En la muela se tallaban unos radios distintos según el ceral que fuera a moler; así, en las que iban a moler maíz se disponían los radios de forma helicoidal y profundos; para el trigo y el centeno los radios estaban menos marcados e iban agrupados en haces radiales; para quitar la erga a la escanda no se tallaban radios sino que la piedra se granallaba de forma irregular.
Periódicamente, se hacía preciso picar las muelas con maza y cincel por la cara en que molían, debido a que el trabajo las pulía y disminuían en rendimiento. Para ello, bien para sustituir por otra una piedra ya muy gastada o bien cambiarla por otra muela de distinto cereal, en la cara perimetral de la piedra se practicaban dos agujeros opuestos en los que se encastraban las uñas en tenaza del «guindaste», especie de polea batiente que también se encuentra en los llares de las casas para sostener «les calamiteres», de las que pende la pota de hierro. Las uñas metálicas del guindaste subían y bajaban por medio de un eje enroscado, permitiendo voltear y mover la muela con facilidad. El picado de las muelas se hacía más profundo en el centro y más fino hacia el exterior para el mejor molido.
Las muelas se cubrían con un «tambor» que recogía la harina y evitaba que parte de ella se perdiera en suspensión por el aire. Este tambor se abría longitudinalmente y contaba con un orificio con trampilla en la parte superior que rodeaba la punta del eje o «árbol» del molino, la cual terminaba a cuatro caras sobre las que apoyaba una tablilla unida al patín, el «escornieyu», por el que bajaba el cereal que era depositado en la «muxega», «tremolia» o tolva, que venía a tener una capacidad de una fanega (48 kg, aproximadamente) y en la que se solía marcar por el interior, con tachuelas a distintos niveles, la capacidad fraccionada. Al girar el eje, sus caras hacían que la tablilla, al golpear en ellas, facilitase el deslizamiento del grano por el patín haciéndole vibrar. Asimismo, a éste se le daba más o menos inclinación al estar suspendido de la muxega por un eje y al otro extremo de un cordel unido a un trinquete, llamado «aliviu», permitiendo que cayera el cereal según las condiciones de molido.
Vemos entonces que para la puesta en marcha del molino hay que abrir y regular el caudal del agua, calibrar la distancia entre las muelas y controlar la caída del grano. Es muy importante que el molino gire siempre con cereal entre sus muelas ya que si el grano no cayera por obstrucción o por haberse vaciado la muxega, el molino se revolucionaría hasta poner en peligro toda la estructura. Un truco para prevenir esto consistía en hacer pasar un cordel por un agujero lateral en la muxega atado a una tablilla por un extremo y a un «lloqueru» o cencerro por el otro. La tablilla iba dentro de la tolva cubierta por el grano; cuando éste se iba agotando, dejaba de retener la trampa y el lloqueru caía por el agujero del tambor, quedando suspendido, golpeando sobre la muela y avisando con su sonido. En el momento de pararlo es conveniente cebar con un poco de cereal las muelas a través del agujero del tambor después de cortar el paso del agua, con el objeto de que al parar no descanse directamente una piedra sobre otra y evitar que, al hacer girar de nuevo el molino, éstas sufran demasiado rozamiento.
Antes de aceptar el cereal de un cliente era necesario ver que no contuviera gorgojos, al menos no tantos que después pudieran infestar el molino. Igualmente, se comprobaba que no estuviera muy sucio de pajas o piedras, para lo cual se aventaba previamente.
El cereal molido es expulsado por centrifugado a través de las ranuras de las muelas; recogido por el tambor, cae a través del «güeyu» a un cajón, el «blandial» o «blanzal», o directamente al saco. En el caso de la harina de trigo, se hace preciso cribarla para separarla del salvado, no necesario en el maíz por no tener apenas. Esta labor se hacía manualmente por medio de unos cedazos finos o «peñeras», si bien alguno de los últimos molinos contaba a la salida de la harina con un cajón especial donde ésta era cribada por medio de un «cernidor» o «bortel», cedazo grande y rectangular, unido al eje del molino por una leva que le hacía mecerse. La harina iba resbalando por el bortel, al que se le daba la inclinación deseada, hasta que, al final de éste, sólo quedaba el salvado, el cual aún tenía que saltar una pequeña tablilla impulsado por el efecto del golpe de una maza que pendía sobre ella y golpeaba el marco del cernidor a causa del vaivén de éste, logrando así recoger el máximo de harina entre el salvado. El bortel se podía sustituir por otro de más o menos paso, que permitiría cribar una harina más o menos blanca, según el rendimiento en volumen que se deseara. Esta harina dará lugar a un pan blanco u otro moreno, con salvado: el pan «integral» moderno. El salvado quedaba para alimento de los animales recogido en un saco al final del bortel mientras que la harina caía a un cajón dividido en dos longitudinalmente por una puerta que hacía caer la harina a uno u otro lado, según fuera su propietario, evitando de este modo tener que parar el molino con cada cambio de turno. El cajón se cubría con un paño blanco que impedía a la harina flotar en el aire.
El ruido de molienda de las muelas, unido al tac-tac de la maza del bortel, indicaban al molinero la correcta cadencia de molido, a la vez que son los sonidos evocadores, junto al olor de la harina en suspensión, de los que recuerdan su funcionamiento.
No es habitual encontrar al lado de los molinos de esta zona una superficie, la «era», dedicada al trillado del cereal, ya que se dedicaban mayoritariamente a moler maíz, el cual llegaba desgranado y limpio después de la «esfoyaza» o «escapullado», reunión vecinal para esas tareas. El trigo y el centeno eran traídos ya trillados, generalmente de la Meseta castellana, pero podía existir una era para la «mallega» o trillado manual, contando con superficie, mejor enlosada en piedra, de unos 75 metros cuadrados. La mallega se hacía golpeando el cereal con su paja por dos grupos de personas, unos frente a otros, de forma alternativa, con unos palos articulados por un cordel, los «mallos», manejados con pericia. Unas ramas de escoba se empleaban para barrer el suelo separando la paja del grano. La era también servía para varear la lana de los colchones y orearlos. En el siglo XX este trillado manual se fue sustituyendo por máquinas trilladoras movidas por primitivos motores estáticos, Diter o Lister, de gasolina.
El pago al molinero se podía hacer bien en moneda, bien arreglando la «maquila», pago en especie por el que el molinero se quedaba un tanto de la harina molida, por lo general una octava o décima parte. Para la medida de la harina o del cereal se empleaba la báscula para sacos, y para volúmenes menores, unos cajones de medidas fijas que variaban de nombre y de capacidad según las zonas. Algunas de las medidas de cereal son: el «tego», de 6 km; la «ferrada», de 12 kg, y la fanega, de unos 48 kg, empleadas en el occidente asturiano, o bien la «puchera» o medio copín, de 3,5 kg; el «copín», de 7 kg; el «zalamín», de 14 kg; la «tercia», de 21 kg; la «cuarta», de 28 kg, y la fanega, de 49 kg, más conocidas en el centro y oriente de la región.
El pago de una fanega de harina sería un tego, o un copín, enrasado con el «rapón», pala que nivela la superficie de la medida y da su peso justo. Estas medidas de capacidad lo son también de superficie; así, se plantaban tantas fanegas de centeno, un par de ferradas de escanda..., es decir, la superficie que ocupa su plantación.
A propósito de la maquila, no podemos olvidar que nuestros abuelos también tenían sus debilidades. «Maquilar» llegó a dar más significado al «cobro en especie», y es que el molino solía emplazarse en un lugar apartado, lugar de encuentro para los jóvenes y motivo de no pocos de los cantares populares, que darían pie para un entretenido artículo.
Otro tipo de molino frecuente en los arroyos de valles asturianos es el molino llamado «de común», molino que no era asistido por un molinero y donde los vecinos molían por turnos, de día y de noche en época de molienda, según el derecho consuetudinario de cada pueblo. Solía ser de pequeñas dimensiones y podía tener como peculiaridad un sistema de parada «automática» que evitaba al usuario tener que estar a pie de molino durante todo el proceso. Consistía este automatismo en un tablilla con resorte en el fondo de la muxega y que quedaba vencida con el peso del cereal; cuando éste se agotaba, saltaba la trampa que iba unida al exterior por un cordel, el cual hacía caer el varillaje que cerraba el paso de agua, como en una ratonera. Estos molinos se mantenían a cuenta de todos los vecinos en «sextaferia», reunión de vecinos para limpieza y reparación de caminos e instalaciones comunes.
Recordaremos el molino de «rabil» o de «pisón», del cual se habló anteriormente, describiéndole como un molino manual en el que dos hombres hacen girar, por medio de un rabil o mango de polea de hierro, una rueda de madera vertical, dentada, de aproximadamente un metro y medio de diámetro, que engrana en otra igual colocada horizontalmente y hace funcionar un molino a escala menor, que, más que moler, machaca las espigas de la escanda, la «erga», separando el grano de su recia envoltura. Se les conoce también por molinos de pisón en recuerdo de los verdaderos pisones donde antiguamente se sacaba la erga, y que eran «duernos» de piedra, redondos, donde se machacaba el grano con un mayo —se pisaba—. Aún es posible ver alguno de estos pisones transformados en floreros, piedras para afilar, junto a una fuente u olvidados en un rincón.
Finalmente, mencionar un tipo de molino doméstico manual, muy primitivo, consistente en dos muelas pequeñas, como de 40 cm de diámetro, la de abajo fija sobre una pequeña mesa con reborde que recoge la harina, y la de arriba móvil, que gira alrededor de un eje centrado sobre la muela durmiente fija, o frayón, y a la que se la hace mover a mano por medio de una vara de sauce encajada en su extremo inferior a la piedra en un agujero excéntrico al eje de ésta, y por el extremo superior en un marco. Se le ceba a mano por un agujero central. Este tipo de molino es conocido desde la época de los pueblos prerromanos —hay ejemplos en la cultura castreña noroccidental ibérica—, y con alguna variante, por todas las culturas cerealistas del planeta.
LOS MOLINOS DEL RÍO CABRA
• MOLINO DEL CAMPO
Situación: Paraje de El Cajigal, desvío a unos 500 m del comienzo de la AS-346 en La Franca, siguiendo por la Senda Costera. Ribera de Ribadedeva.
Acceso: Rodado.
Estado: Aceptable; prensa y banzao, bien, recuperable. Con vivienda vacía.
En sus inmediaciones se encuentra un puente de origen incierto y las cuevas de Mazaculos. Posiblemente, se vea afectado por las obras de la autovía del Cantábrico.
• MOLINO GASPARÍN
Situación: Paraje de Miñaca, a 200 m del puente del mismo nombre en la AS-346, en la orilla de Ribadedeva.
Acceso: Rodado.
Estado: Aún en uso uno de sus tres tambores, cesó su producción a mediados de los años ochenta. Rehabilitado en su estructura con subvención de la Consejería de Agricultura.
Vivienda en uso. Propietario: Sr. Aurelio.
En las cercanías se descubrió el enterramiento de la Edad de Bronce que lleva su nombre, hoy desaparecido.
• MOLINO
Situación: A unos 250 m curso arriba a partir del molino Gasparín, en la ribera ribadedense, junto al camino de Rozas al cementerio de Tresgrandas.
Acceso: Peatonal y vehículo todo terreno.
Estado: Ruina total irrecuperable. Asociado a él hay un puente de dos ojos, en uso, y, en la orilla llanisca, la obra de un muro de contención. A su lado pasa la conducción del gaseoducto.
• MOLINO DE TRESGRANDAS
Situación: En la ribera de Llanes, en el camino de Tresgrandas al lugar de La Solana en Boquerizo de Ribadedeva.
Acceso: Rodado.
Estado: Reconvertido en establecimiento de hostelería, sin uso como molino.
Conserva en perfecto estado su presa, banzao y calce, junto a las muelas, como ornamentación.
• MOLINO DE PISA
Situación: 200 m curso arriba del molino de Tresgrandas, siguiendo el camino por la orilla llanisca.
Acceso: Peatonal.
Estado: Aceptable, pero con su presa colmatada. Es de pequeñas proporciones. Asociado a él hay una vivienda y cuadra con muy poco uso. Una pequeña placa sobre su puerta pone: «LOS BREGONES / TE RECUERDAN EN GIJÓN / 15 - 8 - 1971».
• MOLINO EL REDONDAL
Situación: En una pronunciada revuelta del río, en la parte de Ribadedeva, en el camino que le une a la AS-343 por La Cotera.
Acceso: Rodado.
Estado: Aceptable. Tiene vivienda habitada y cuadras. Recuperable a falta de instalarle los rodeznos. Presa y banzao, bien. En su momento produjo también energía eléctrica.
• EL NUEVU
Situación: En la ribera de Ribadedeva, 200 m antes de llegar al anterior por el mismo camino.
Acceso: Rodado.
Estado: Ruina avanzada, estuvo en uso hasta el año 1970. Conserva en mal estado las muxegas, tambores, guindaste y las muelas. La presa y banzao están prácticamente inutilizadas. Contó con vivienda para el molinero.
• MOLINO ¿COBARDAL?
Situación: Curso arriba del río Cabra, por la orilla ribadedense, siguiendo un difícil camino peatonal casi cegado.
Estado: Ruina total, con su presa y banzao cegados. Sobre la piedra que cierra por arriba la puerta hay una inscripción.
A pocos metros río arriba se localizan las ruinas de un puente de piedra, del que sólo se mantienen los arranques en ambas riberas. Igualmente, y en un largo tramo de la orilla llanisca, se conserva fragmentado lo que sería un muro de contención o de escollera sobre el propio río.
• MOLINO
Situación: A poca distancia del anterior, curso arriba, igualmente en el lado ribadedense del río.
Acceso: Peatonal difícil.
Estado: Ruina total. Apenas se aprecian sus características de molino.
En las inmediaciones se encuentran las ruinas de una cabaña o almacén y los restos de un muro bajo, que bien pudieran delimitar un camino o quizá la presa.
• MOLINO
Situación: En la ribera llanisca del río, a unos 50 m corriente arriba del puente de la carretera AS-343 que cruza el río.
Acceso: Peatonal difícil.
Estado: Ruina total. Apenas se le distingue entre la vegetación.
(TEXTO: Oficina de Turismo de Ribadedeva.
Normas básicas de seguridad
Concejo de Ribadedeva
Solares medievales, Camino de Santiago, un monasterio que mira al mar, historias de amor indianas y una cueva Patrimonio de la Humanidad, El Pindal… Así es Ribadedeva.
Los concejos (municipios) que limitan con el Concejo de Ribadedeva son: Llanes, Peñamellera Alta y Peñamellera Baja. Cada uno de estos concejos (municipios) comparte fronteras geográficas con Ribadedeva, lo que implica que comparten límites territoriales y pueden tener interacciones políticas, sociales y económicas entre ellos.
Comarca del Oriente de Asturias
Es la tierra asturiana que primero ve el sol, que tiene las montañas de más altitud de la cordillera cantábrica, los Picos de Europa, Parque Nacional, Reserva de la Biosfera y lugar donde se inició la Reconquista en España, concretamente en Covadonga.
La comarca está conformada por uno o varios concejos (municipios). En este caso: Amieva, Cabrales, Cangas de Onís, Caravia, Llanes, Onís, Parres, Peñamellera Alta, Peñamellera Baja, Piloña, Ponga, Ribadedeva y Ribadesella. Los concejos representan las divisiones administrativas dentro de la comarca y son responsables de la gestión de los asuntos locales en cada municipio.
Conocer Asturias
«La costa de Asturias también es espectacular, con acantilados dramáticos, playas vírgenes y calas pintorescas. Los acantilados de la costa asturiana son impresionantes, y la combinación del mar Cantábrico y el paisaje montañoso crea un contraste hermoso y único.»
Resumen
Clasificación: Turismo activo
Clase: Rutas en Asturias
Tipo: Rutas
Comunidad autónoma: Principado de Asturias
Provincia: Asturias
Municipio: Ribadedeva
Parroquia: Colombres
Entidad: La Franca
Zona: Oriente de Asturias
Situación: Costa de Asturias
Comarca: Comarca del Oriente de Asturias
Dirección: La Franca
Código postal: 33590
Web del municipio: Ribadedeva
E-mail: Oficina de turismo
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